Algo más tarde se leyó entre un hombre y una mujer una cancion de un griego al que por lo visto habían matado hace poco unos nazis en Grecia. Se leyó en castellano y en griego. Mi dueño decía que en ese momento se daba cuenta de lo que se parecen el griego y el euskara: ambos son incomprensibles.
Para cerrar el certamen tocó otro cantautor. Se decidió a hacerlo sin micrófono ni nada y en cuanto lo escuchamos supimos el por qué de aquella decisión.
Tras aquello se abría el turno de micro abierto pero mi dueño tenía que irse así que ahí acabó mi estancia en el recital. Fue una buena experiencia y la verdad que para ser un certamen de poetas pedantes estubo bastante entretenido.
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