viernes, 16 de agosto de 2013

A Francia: sin descanso

Sin apenas descansar desde la "pequeña excursión" a tierras catalanas, mi dueño decidió que ya era hora de seguir aprovechando las vacaciones. Y ¿a dónde se le ocurrió ir esta vez? Pues ni más ni menos que a Francia. En concreto a la antigua región de Touraine. Y más en concreto a Tours. Resulta que tiene un amigo viviendo allí y decidió visitarle. De nuevo me llevó con mi madre y mi abuela. El viaje de ida fue más o menos relajado, con alguna parada para ver algún pueblo pero no excesivas (bueno, vale, solo fue una en un viaje de doce horas... pero ¡joder! ¡Doce horas de viaje!)



Después de un viaje tan largo al menos tuvo la decencia de dejarme descansar un poco antes de empezar a visitar sitios. Al día siguiente decidió ir a visitar Chenonceaux y su famoso château sobre el río. Eso sí, primero decidimos pasar por Amboise que pillaba de camino. Allí, además de una bonita ciudad con su castillo descubrimos un hermoso y antiguo coche.



Después de esta parada que aprovechamos para comer nos dirigimos a Chenonceaux. Lo primero que vimos fue el Château por aquello de que los franceses no saben que cuando hace calor las 6 no son buenas horas de cerrar las cosas...



Tras nuestra visita al hermoso Château Chenonceau, visitamos el pueblo. Un pueblo bonito, al menos en la parte de la estación que es la más cercana al castillo.


Luego decidimos que ya iba siendo hora ir volviendo, eso sí, parando en cuantos lugares se le antojasen al señorito. Y en una de esas paradas descubrimos un hermoso atardecer  con el fabuloso escenario de un puente sobre el Loira.


El día siguiente se presentaba un poco más tranquilito. Esperamos a que el amigo de mi dueño volviera de trabajar y después cogimos el coche para dirigirnos a una iglesia abandonada que había por la zona.


Luego, para seguir nuestro camino, dejamos que fuera la cara o cruz de una moneda la que guiara nuestros pasos. Así descubrimos hermosos pueblos y fabulosos coches de antaño.


Al día siguiente hicimos lo mismo: ver pueblo fiándonos del "instinto" (ponedle más comillas si queréis) de mi dueño y su amigo. Así llegamos a un château que se usaba como hotel y restaurante de lujo. Poco más vimos ese día.



En los siguientes días visitamos algunos pueblos más y, por supuesto, castillos. Lo que le gustan los castillos a mi dueño...

He de reconocer que algunos de los pueblos que visitamos eran bastante bonitos, pero en general y en lo que a mi labor se refiere no había nada que me llamase la atención en exceso.




Visitamos también, por supuesto, el gran Château de Chambord. Es una espectacular y enorme edificación en mitad de una explanada y al lado de un pequeño pueblo. Hacía que las personas que se ponían a su lado se perdieran ante su inmensidad.


Incluso las escaleras por las que se ascendía o descendía a sus diferentes niveles para acceder a sus inmensas estancias eran enormes.


Y llegamos al último día de nuestro viaje. Visitamos un hermoso castillo en el pequeño pueblo de Usse. Dicen que en este castillo con sus torres inspiró algún castillo de Disney.


El castillo en cuestión estaba adornado con escenas de época o bien de cuentos infantiles representadas por maniquíes. Esto fue una novedad respecto a los otros castillos que, como mucho, te ponían parte del mobiliario que en algún momento pudo estar decorando el lugar


Y, bajo el tejado, se escondía un pequeño tesoro de cosas antiguas que asomaba entre las telarañas y años de polvo acumulado en un espectacular trastero que te hacía retroceder en el tiempo.


Para completar el día fuimos hacia un pueblo cercano en el que, tras degustar una suculenta comida francesa, pudimos ver un bello atardecer tanto en el pueblo como en el magnífico puente que daba acceso a él.




Y ya volvíamos a casa. ¡Al fín podría descansar! Me disponía a dormir durante todo el viaje pero... ¡El cabrón de mi dueño aún me tenía una sorpresa reservada para antes de abandonar tierras galas!

No podía ser de otra manera... Algo abandonado. Y estando en Francia solo podía tratarse de un Château. Sí. Un castillo abandonado.



Tras la corta visita a esta rareza en la zona, al fin mi dueño me dejo descansar tras diez días agotadores. Y tan solo 13 horas después (¡¡¡!!!) llegamos a casa. No os hacéis a la idea de como descansé entonces...

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