Los dos días siguientes se dedicó a recorrer los pueblos cercanos. Íbamos en coche pero eso sí, aparcábamos a las afueras y ale a andar... Él y sus malditos pueblos con encanto. Con encanto y con cuestas con empedrados, con un calor de muerte y el mismo día con tormenta y aguacero.
Después de esto al gracioso se le ocurre que oye por qué no cruzar la frontera ya que estamos aquí. Y nada nos fuimos a Francia. Visitamos Perpignan y allí mi querido dueño me compró un sombrerito genial.
Tras eso me llevó a Coillure y allí dimos un largo paseo que acabó donde acabó el camino de un gran poeta. Al final y para volver a casa volvimos a cruzar la frontera pero esta vez por unas carreteras de infarto entre acantilados que, eso sí, ofrecían unas vistas fantásticas.
Tras un merecido descanso, el día siguiente fue un poco más tranquilo. Visitamos varios pueblos costeros pero que no le gustaron al señorito así que apenas me sacó a verlos. Al final pasamos de la costa y me llevó a Peratallada.
El lugar era precioso pero hacia un calor sofocante y el gracioso de mi dueño no conforme con dar una vuelta al pueblo dio tres, buscando los lugares más rebuscados para poder fotografiarlos.
Al día siguiente fuimos a Girona. Una ciudad muy bonita pero de nuevo un calor abrasador... Visitamos unos antiguos baños y unas bonitas iglesias.
Tras la visita callejeamos un poco hasta llegar de nuevo al coche. En las calles colgaban de casi todos los balcones senyeras, banderas catalanas. Parecen yankis estos catalanes. En fin cada uno a lo suyo.
Como con estar todo el día viendo Girona no tuvo bastante, a la vuelta a casa se le ocurrió pasar por Sant Pere de Rodes, un antiguo monasterio en la ladera de una colina desde la que se veía el mar.
Y llegamos al final del viaje (por fin...). Y ¿que nos encontramos? Pues sí, más calor y más caprichos del puñetero niño. Por el camino paramos en un par de pueblos.
Y como "pillaba de camino" mi dueño se empeño en para en Belchite, pueblo maño arrasado durante la Guerra Civil española. La visita, gracias a Dios, fue cortita porque nos echó una guia dado a que ahora el pueblo está vallado y hay que pagar entrada por verlo.
Y tras la última pausa en Belchite (y alguna más para echar gasolina o fumar un cigarrillo) llegamos por fin a casa. Ya tocaba descansar.
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